Elaborado por Diana Kolbe, investigadora del Grupo de Investigación en Área Temática de Producción, Comercialización y Consumo Responsable de al Escuela de Negocios.
No es ningún secreto que la comercialización de la ropa de segunda mano se ha reinventado en los últimos años. Sobre todo, las generaciones más jóvenes buscan que su guardarropa tenga cada vez un porcentaje más alto de ropa de segunda mano. Es evidente que utilizar prendas usadas está de moda. Sin embargo, la adquisición de ropa o accesorios de segunda mano no siempre requiere realizar una compra.
El consumo colaborativo ha registrado un fuerte crecimiento en los últimos años (sobre todo en otros sectores, por ejemplo, en la industria del alojamiento y la transportación). Como consumo colaborativo se entiende la adquisición y distribución de un recurso a cambio de una tarifa u otra compensación, eso incluye actividades como rentar, prestar o intercambiar. Este tipo de consumo ha sido fomentado principalmente por los rápidos desarrollos tecnológicos y de la Web 2.0, que permite compartir entre pares, a escala global, y resulta en la definición de un nuevo rol del consumidor como proveedor.
Un fenómeno que forma parte de esta tendencia es el “Swapping”, el intercambio organizado de la ropa de segunda mano. El intercambio de prendas y accesorios puede implicar una redistribución de la propiedad, en la que artículos similares (like-for-like) se intercambian sin transacciones monetarias. Si bien es cierto que el trueque de ropa, de alguna manera, siempre ha existido, cuando se regala la ropa de manera informal a los hermanos o amigos (se conoce también como hand-me-downs), por ejemplo, se habilita una manera más formal y organizada de intercambiar las prendas de ropa.
Existen diferentes formas de intercambios. Una manera de realizar un swap es a través de los eventos de intercambio (swap parties). Para acceder a un evento de intercambio se paga una tarifa que cubre los gastos generales de los organizadores, que pueden ser individuos o empresas que se dedican a eso. Otra alternativa son las tiendas que ofrecen swaps.
En este caso, los consumidores pueden llevar un determinado número de prendas que ya no usan y reciben el mismo número de prendas como intercambio, o se les emite un voucher tras la valoración de las prendas. Son la tecnología y las plataformas digitales las que han impulsado el desarrollo de nuevos modelos de negocio que facilitan nuevas oportunidades de suministro y consumo.
Estos desarrollos han fomentado, sobre todo, el peer-to-peer sharing que permite el intercambio entre pares, es decir, los individuos pueden renovar su guardarropa adquiriendo nuevas prendas y/o accesorios con la ayuda de plataformas digitales. En estos casos ya no interviene una tercera parte, como una organización o tienda.
Además, existen nuevos enfoques en donde se realiza un intercambio temporal que no necesariamente requiere una redistribución de la propiedad de la prenda. Estudios recientes demuestran que el intercambio temporal puede resultar en mayores niveles de autoestima, crecimiento personal e ideales de sustentabilidad de los participantes.
Sin embargo, el intercambio temporal no está exento de obstáculos ya que, en su mayoría, un swap temporal solo es aceptado si la persona forma parte del círculo de amigos o personas de confianza. Esto implica que el intercambio temporal tiene sus limitaciones para funcionar a gran escala, pero puede ser una estrategia de consumo viable dentro de las comunidades establecidas.
Aunque los consumidores muestran cada vez más interés, hoy en día en México existen todavía algunos obstáculos que dificultan realizar el intercambio de ropa y accesorios.
Las barreras más evidentes están relacionadas con la disponibilidad, no solo la disponibilidad de prendas o accesorios en diferentes tallas, sino también la de los eventos o tiendas especializadas en swaps. En Reino Unido y Finlandia, donde esta tendencia ya está más desarrollada, se encuentran las tiendas de intercambio principalmente en zonas vibrantes de las ciudades, pobladas en su mayoría por personas con estilo de vida más consciente e interesadas en la moda.
Asimismo, siguen existiendo muchos estereotipos relacionados con la ropa usada en general. Las principales preocupaciones son la calidad y el mal estado de las prendas. Si bien es cierto que en estos eventos de intercambio, sobre todo cuando están realizados por una tercera parte, existen ciertos criterios de calidad y un proceso de curaduría que define si la prenda es apta para el intercambio o no.
Los beneficios económicos son evidentes al no realizar una transacción monetaria. Aparte de estos, el intercambio de ropa permite redirigir las prendas no deseadas a un nuevo flujo de suministro y de esta manera alargar el ciclo de vida de los productos y, por ende, llegar a un consumo de moda más sostenible. ¿Y tú, todavía compras ropa o ya “swappeas”?
Publicado originalmente en El Financiero.