Elaborado por Luis Gerardo González López, director académico del Centro de Empresas Conscientes del Tecnológico de Monterrey.
El 14 de febrero de 1990, la sonda Voyager 1 de la NASA sacó una fotografía que no estaba planeada. Poco antes de que la sonda espacial ingresara al espacio profundo, Carl Sagan y Carolyn Porco, científicos del proyecto, persuadieron a los directivos de la NASA para capturar el “retrato de familia” de nuestro sistema planetario, incluyendo nuestro planeta. Esta imagen, denominada “Un punto azul pálido”, muestra la pequeñez de la Tierra en la inmensidad del cosmos.
Al reflexionar sobre las crisis que enfrentamos como humanidad, desde las ambientales hasta las sociales, cabe preguntarse: ¿qué tipo de empresas y empresarios se necesitan para apreciar y preservar nuestro planeta, incluyendo a todos los seres que lo habitan?
En ese sentido, las universidades tienen una responsabilidad fundamental. Durante años, la educación de las nuevas generaciones de líderes empresariales promovió una visión centrada únicamente en la generación de riqueza financiera, adoptando las palabras del premio Nobel de Economía, Milton Friedman, quien sostenía que la única responsabilidad social de la empresa era generar utilidades.
Sin embargo, los impactos generados por la actividad humana en el planeta y los desequilibrios resultantes de nuestros sistemas de organización económica y social han generado una nueva conciencia en las organizaciones.
Este cambio de enfoque, de un capitalismo centrado en los inversionistas a uno que busca generar impactos positivos en otras dimensiones, debe llevar a las escuelas de negocios a cuestionarse si su propósito, prácticas e incluso su forma de evaluarse deben cambiar.
A inicios de este año, Colin Mayer, autor del libro “Capitalism and Crises”, escribió para la AACSB (Association to Advance Collegiate Schools of Business) cuestionando el propósito fundamental de los procesos de acreditación de las escuelas de negocios, sugiriendo que los criterios deben ir más allá del éxito financiero y también evaluar cómo las escuelas contribuyen al bienestar de la sociedad y al cuidado del medio ambiente.
Dentro de sus argumentos expresaba que medimos lo que valoramos por lo que, así como el valor de las acciones de una empresa era la medida primordial de su éxito, al evaluar a las escuelas de negocios se apreciaban más aquellas que ayudaban a las compañías a lograr ese propósito.
El cambio de paradigma al que nos enfrentamos con la introducción de conceptos como responsabilidad social, sostenibilidad, criterios ASG (ambientales, sociales y de gobernanza), integración de grupos de interés o negocios impulsados por un propósito superior implica que los criterios de desempeño para evaluar a las universidades en su tarea formativa previamente son ahora insuficientes.
Las universidades han reaccionado incorporando estos temas en sus programas. Los académicos han ampliado su investigación para incluir en su enfoque temas de impacto social y ambiental.
Se han creado guías como los Principles for Responsible Management Education (Principios para la Educación en Gestión Responsable), numerosas organizaciones como la Association for the Advancement of Sustainability in Higher Education (Asociación para el Avance de la Sostenibilidad en la Educación Superior), la International Humanistic Management Association (Asociación Internacional de Gestión Humanista) con su propia iniciativa para capacitar docentes llamada Humanistic Leadership Academy (Academia de Liderazgo Humanista), el Conscious Business Education (Educación en Negocios Conscientes) que agrupa esfuerzos en ese sentido de diversas universidades europeas, o iniciativas como el Centro de Empresas Conscientes del Tecnológico de Monterrey, que tiene como propósito transformar la educación en negocios y la conciencia empresarial en líderes y organizaciones para promover el florecimiento humano, sanar el planeta y crear una sociedad más próspera e incluyente.
En este nuevo paradigma, el reto sigue siendo la creación de valor. Lograr el éxito financiero de las organizaciones sigue siendo fundamental, pero debe hacerse de manera alineada a los nuevos objetivos que emergen de las realidades críticas a las que nos enfrentamos. El objetivo es crear riqueza financiera al mismo tiempo que se promueve el bienestar de las personas en las empresas, el cuidado auténtico de los clientes, una mayor justicia y prosperidad en las sociedades, y la regeneración de nuestro planeta.
En una reunión del European Conscious Leaders Summit, el año pasado, varios líderes empresariales expresaron la necesidad de que los egresados de las escuelas de negocios tuvieran esta perspectiva. Esa es la urgente transformación que necesitamos ver en las escuelas de negocios.
Aunque hay muchas señales de esperanza en ese sentido, todavía hay mucho trabajo por hacer en un entorno en el que vamos de un extremo a otro, sin entender que necesitamos encontrarnos en el centro a través del diálogo y reconocer que no todo es un trade-off, sino que hay posibilidad de lograr, de manera simultánea, objetivos que beneficien a todas las partes interesadas, no sólo en el corto sino en el largo plazo.
Hoy es momento de ver nuestro planeta desde esta perspectiva, recordando las palabras de Carl Sagan cuando reflexionaba sobre esa fotografía: “Para mí [la imagen], subraya nuestra responsabilidad de tratarnos más amablemente los unos a los otros y de preservar y apreciar el punto azul pálido, el único hogar que hemos conocido.”
Publicado originalmente en El Financiero.